Cuando escuchas el término “metal pesado” quizá pienses en bandas musicales estridentes de los años setenta. Aunque este tipo de música y las sustancias químicas a las que nos referimos pueden causarte un dolor de cabeza, son cosas totalmente diferentes. Los metales pesados son elementos químicos con una alta densidad, como el mercurio. Imagina que llenamos dos frascos de vidrio del mismo tamaño, uno con agua y el otro con mercurio, ¡el frasco de mercurio pesaría 13 veces más que el de agua! Otros elementos que tienen una alta densidad son el plomo, cobre, cadmio, arsénico, níquel, zinc, hierro y cobalto.
Los metales pesados son muy importantes porque son componentes de muchos productos que usamos comúnmente, como pilas, fertilizantes, pinturas, cosméticos y combustibles. Además, representan un peligro para la salud y el ambiente, pues son sustancias tóxicas incluso a concentraciones muy bajas (figura 1). Los metales pesados están catalogados como contaminantes de alto impacto, pues afectan a muchas personas y sus efectos dañinos pueden observarse a corto y largo plazo. Estas sustancias se encuentran en el aire, agua y suelo, y pueden acumularse a lo largo de la cadena alimenticia.
Descontaminando el suelo con lombrices
Diversos estudios en biotecnología han buscado formas de eliminar los metales pesados del ambiente (figura 2). Una de las estrategias más interesantes es el uso de “plantas hiperacumuladoras”. Plantas de la familia del rábano son capaces de absorber metales del suelo y acumularlos en sus tejidos en grandes cantidades. Una vez que la planta absorbe una gran cantidad de metales, puede ser cosechada y confinada en un sitio seguro. ¡Un árbol llamado Sebertia acuminata que crece en Nueva Caledonia es capaz de acumular hasta 37 kg de níquel en sus tejidos!
Otro modo de descontaminar el suelo involucra el uso de lombrices. El metabolismo de estos animales, es decir, el conjunto de reacciones químicas que ocurren en el interior de sus células, produce un conjunto de sustancias que son excretadas al suelo. Principalmente produce ácidos que modifican la composición química de la tierra y permite que los metales queden adheridos a las partículas del suelo. Esto hace que los metales ya no estén disponibles para que otro ser vivo los ingiera accidentalmente.
Las bacterias fijadoras de nitrógeno crecen en el interior de la raíz de ciertas plantas, como las leguminosas. Estas bacterias tienen un papel fundamental en los ecosistemas, ya que generan compuestos que contienen nitrógeno en una forma que pueden ser utilizados por las plantas y los animales para producir una amplia variedad de moléculas vitales, como las proteínas. Científicos de la Universidad de Osaka, en Japón, han logrado modificar genéticamente a una bacteria llamada Mesorhizobium huakuii para que produzca una gran cantidad de proteínas especializadas en la captura de metales pesados. De esta manera las plantas logran acumular una mayor cantidad de metales y además fertilizan el suelo, pues las bacterias que viven en su interior producen nutrientes esenciales.
Aún falta mucho por aprender acerca de estas herramientas para poder aplicarlas a gran escala y a un costo razonable. Científicos de México y el mundo continúan con esta investigación para mejorar la calidad del ambiente y, por lo tanto, nuestra calidad de vida.
ºBiól. Joaquín Ramírez Ramírez / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de
México, campus Morelos.