Archivo: Ecología
Dra. Alicia Batllori Guerrero / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Universidad Nacional Autónoma de México, campus Morelos.
El cambio climático es la respuesta del planeta Tierra a factores de cambio naturales que a través de los siglos han motivado que el clima interplanetario presente ciclos de calentamiento o bien de enfriamiento. Por otra parte, no podemos negar que la actividad humana influye en parte en el cambio de temperatura, debido a la contaminación por hidrocarburos que originan gases invernadero en la atmósfera terrestre siendo muy intensa dicha contaminación a partir de la Revolución Industrial, de una u otra manera, nos inclinamos más a creer que estos cambios en su mayor parte no son producto de la reacción del planeta a la actividad humana sino a cambios originados en la actividad solar.
Actualmente presenciamos signos de las consecuencias del calentamiento global en el estado de Morelos, como son la disminución de precipitaciones pluviales y el aumento en la temperatura. Estos signos ya se sentían a partir del siglo XVIII cuando aún no se hablaba de la influencia antropogénica (actividad humana) que sobre el clima ejercen las emisiones de gases de “efecto invernadero”. Una señal de alerta se presenta en todo el país con la terrible sequía por la ausencia de lluvias. Fue en el año de 1941 cuando se presentó en el mes de julio de ese año una gran sequía que se compara con la que estamos viviendo en la actualidad.
El aumento de la temperatura por la ausencia de lluvias tiene origen natural bien manifiesto y no depende del “efecto invernadero” ni de gases invernadero. Las causas verdaderas del cambio climático se deben a la irregularidad de la radiación solar, al cambio del eje terrestre en el movimiento de rotación de la tierra, a la inestabilidad de corrientes oceánicas como el fenómeno de “El niño”, a la desalación y salinización de aguas superficiales del Océano Glaciar Ártico, etc. Pero la principal causa radica en la actividad y luminiscencia solar. Cuanto más alto es este índice, más alta es la temperatura. Según el científico Habibullah Abdusam, director del laboratorio de investigaciones espaciales en Rusia, el punto máximo de calentamiento acaba de pasar ya y ahora bastante pronto por el año 2012 la temperatura comenzará a descender de manera sensible.
Las fases del mínimo de actividad solar, acompañadas de un considerable descenso de temperatura, deben esperarse hacia 2041. El clima frío se mantendrá durante 50-60 años como mínimo.
Los ambientalistas y ecologistas no comparten esta opinión y propugnan las teorías de los llamados “gases de invernadero”. Según la opinión general, estos gases concretamente el bióxido de nitrógeno, calientan la atmósfera, deteniendo el calor cerca de la superficie del planeta. Esta idea fue expresada a finales del siglo XIX por el físico químico sueco Svante Arrenius, Premio Nóbel, y desde entonces se cree, sin que se haya comprobado seriamente. Este punto de vista prevalece también en nuestros días y en el mismo se basan las decisiones y documentos de las serias organizaciones internacionales, incluido el Protocolo de Kioto del Convenio Marco sobre Cambio Climático de la ONU firmado por casi 150 países. Es un ejemplo de cómo una hipótesis científica puede pasar poco a poco en el área política y económica. Quienes elaboraron el Protocolo de Kioto y lo impulsaron se basaron en ideas falsas. Como resultado, los gobiernos de los Estados desarrollados se ven obligados a gastar sumas astronómicas para combatir el efecto antropogénico sobre la atmósfera ¿Acaso estamos luchando contra molinos de vientos?. La culpa del “efecto invernadero” de que la temperatura suba es dudosa, en todo caso esta hipótesis no ha sido demostrada científicamente.
El gas carbónico no tiene nada que ver con el cambio climático global. Al menos porque la actividad solar por su energía es miles de veces más fuerte que toda la energía que la humanidad genera. En general, el efecto de las actividades humanas en la Tierra, significa para la naturaleza menos que la picadura de un mosquito para el hombre. En principio en la Tierra no puede haber una catástrofe climática. De todos los planetas de Sistema Solar solamente la Tierra posee atmósfera misma que garantiza un clima favorable para el desarrollo de formas superiores de vida.
Esto se debe a muchas circunstancias: al hecho de que el Sol se debe a un favorable conjunto de muchas situaciones, por ejemplo: el Sol es una “estrella fija”, la Tierra está situada a una óptima distancia de ella, a que nuestro planeta tiene un satélite macizo como la Luna. Las condiciones climáticas confortables en nuestro planeta se han formado también gracias a los enlaces recíprocos entre la evolución de la biota terrestre y el desarrollo de la atmósfera
Estos enlaces recíprocos reguladores son los más diversos, siendo de notar que el principal funciona a través del albedo (la capacidad de reflejar la radiación) de la Tierra que actúa como regulador original del régimen térmico de nuestro planeta. Supongamos que el clima se ha hecho más cálido como actualmente lo vemos en Morelos. De ahí que se incrementa la capacidad de evaporización del océano.
¿Cómo asumir una actitud razonable hacia el problema del clima?
En primer lugar, aceptar con tranquilidad en estos días el hecho de que las lluvias no se presentan con regularidad ni con la intensidad que se esperaba en esta época de verano en el estado de Morelos, muy probablemente influenciado por el efecto de “El niño” en el océano Pacífico. No vale la pena, por lo pronto, angustiarse, porque afortunadamente nuestro Estado cuenta con suficiente agua de reserva en sus mantos acuíferos, la que se puede considerar como un agua de buena calidad.
Alicia Batllori Guerrero es investigadora Asociada “C” de Tiempo Completo en la UNAM desde 1978. Actualmente está adscrita al Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias. Cursó estudios de Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en 1970, Maestría en Psicología Educativa en el año de 1995 también en la UNAM y realizó estudios de doctorado en Enseñanza Superior en 1999 en el Centro de Investigaciones en Docencia y Humanidades del Estado de Morelos. Tiene dos especialidades en Psicoterapia Dinámica, en México y en Educación Ambiental y Globalización en Madrid, España. Sus líneas de investigación están enfocadas a la formación de profesores en educación ambiental, el municipio y la educación ambiental no formal, la evaluación ecológica y social de las barrancas de Cuernavaca, Morelos, y la educación ambiental para la sustentabilidad en la educación superior. Recientemente fue reconocida por la edición del libro "Educación Ambiental para la Sustentabilidad: Un Reto para las Universidades" Facultad de Arquitectura, Universidad Internacional.