Los ríos y lagos son ambientes complejos y llenos de vida poco conocida. Cuando pensamos en ellos, lo primero que se nos viene a la mente suelen ser los peces; tal vez porque son los habitantes más visibles y, además, parte de nuestra dieta. Sin embargo, en los ríos habitan un gran número de especies que generalmente no observamos, pero determinantes para el funcionamiento de estos ecosistemas.
Los macroinvertebrados son un gran grupo compuesto de especies pertenecientes a moluscos (caracoles), bivalvos (almejas), nemátodos y anélidos (gusanos), crustáceos (cangrejos y camarones), arácnidos (ácaros) e insectos. A pesar de que, a primera vista, un cangrejo y una almeja parecen poco relacionados, tanto ellos como el resto de los macroinvertebrados tienen en común la ausencia de un esqueleto interno, el desarrollo de al menos una parte de sus ciclos de vidas en el agua y un tamaño generalmente mayor a los cinco milímetros, lo que los hace observables a simple vista.
Los procesos evolutivos que llevaron a estos organismos a colonizar las aguas dulces los dotaron de características fisiológicas, comportamiento y hábitos alimenticios muy especializados y por lo tanto de requerimientos de sobrevivencia muy delimitados. Su ciclo de vida va desde algunos meses hasta años; algunos permanecen dentro del agua desde que son huevecillos hasta adultos, y otros sólo pasan parte de su vida como larvas y emergen como adultos alados para reproducirse, como es el caso de las libélulas o los mosquitos.
Se ha observado que cuando los sistemas acuáticos se encuentran saludables o poco contaminados, los insectos son los dominantes, tanto en densidad como en número de especies, alcanzando hasta el 90% de los macroinvertebrados presentes en el cuerpo de agua. Esto quiere decir que el seguimiento y análisis de este tipo de fauna permite la evaluación del estado de integridad y salud de estos ecosistemas, lo que se conoce como biomonitoreo.
Esta herramienta ha sido empleada desde principios del siglo pasado en Europa y ahora se ha extendido como parte de la normativa de evaluación de la condición del agua de río y lagos en muchos países. La bioindicación presenta importantes ventajas en relación con los análisis fisicoquímicos, ya que, si algún contaminante o alteración del hábitat afecta a los macroinvertebrados, sus poblaciones se reducirán o desaparecerán y este efecto puede observarse semanas e incluso meses después. Por tanto, los macroinvertebrados brindan una especie de resumen de los impactos aún y cuando el contaminante ya no sea detectado por análisis de laboratorio.
Existen diferentes maneras de hacer biomonitoreo, la más simple es mediante el registro de ausencia o presencia de especies sensibles a la contaminación orgánica. Pero también pueden ser complejos análisis de interacciones entre la biodiversidad y su respuesta a factores tan variados como las alteraciones del caudal por represamientos, contaminación por derrames mineros o industriales, pérdida de los bosques y el impacto de la agricultura y ganadería sobre la cuenca en la que se ubica el río.
Los modelos matemáticos y las herramientas informáticas han sido de gran utilidad para el biomonitoreo, por ejemplo, para identificar y establecer los principales factores que afectan a los macroinvertebrados, generar valores de sensibilidad a determinados contaminantes, así como el diseño de modelos predictivos específicos por ecorregiones (amplias áreas que comparte características ambientales) que ayuden a prevenir afectaciones o dar seguimiento a programas de recuperación de los ecosistemas acuáticos del planeta.
Dra. Perla Alonso Eguía-Lis / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Instituto Mexicano de Tecnología del Agua.
M. en C. Orestes Bello González / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Centro de Investigación en Biotecnología | Universidad Autónoma del Estado de Morelos.