Foto: Cleyder Duque
Todos los seres vivos convivimos con otros. La coexistencia es la regla, no la excepción. De forma general, este evento es denominado “simbiosis”. La simbiosis puede ser positiva para todos los participantes o, en su defecto, puede tener consecuencias adversas para alguno de los involucrados. Nosotros convivimos a diario con un sinfín de microorganismos (microbiota), desde el momento mismo de nuestro nacimiento. De este ejército de microbios (bacterias, hongos, virus y demás organismos minúsculos), las bacterias son un elemento importantísimo para el desarrollo y manutención de la salud. Gracias al avance tecnológico de las últimas décadas, hemos profundizado en la comprensión de los beneficios que nos brindan.
Nuestro primer contacto con las bacterias proviene de nuestra madre al momento de alumbrarnos. Según el tipo de parto, será la “herencia microbiana” que nuestra madre nos brinde. Lactobacillus y Prevotella son bacterias predominantes en el tracto intrauterino, heredadas por parto natural. Si el parto fuese por cesárea, las bacterias que “heredaría” de la madre serían aquellas predominantes en la piel, como Staphylococcus, Corynebacterium y Propionibacterium. Con la lactancia del recién nacido, la colonización bacteriana sucede con rapidez, pues la leche materna aporta bacterias benéficas (probióticos) y sustancias que estimulan su crecimiento (prebióticos). Estas bacterias son clave para ayudar al bebé a nutrirse de la mejor forma posible de la leche, pues ayudan con la asimilación de la grasa.
Foto: Pavel Danilyuk
Microbiota perturbada, salud extraviada
Las alteraciones en nuestra dieta, padecer alguna infección o el consumo de fármacos puede provocar “catástrofes microbianas” en nuestra microbiota intestinal. Estas “catástrofes” alteran la composición de nuestra microbiota y a menudo acarrean problemas de salud. Los estados alterados en la composición de la microbiota reciben el nombre de disbiosis. La “catástrofe” microbiana implica la muerte de muchas bacterias benéficas. Como en otros escenarios, aparecen bacterias oportunistas que aprovechan los espacios disponibles. En un estado sano, nuestras bacterias tienen una abundancia y localización definida, sin embargo, en la condición disbiótica, las bacterias oportunistas no tienen competidores y se reproducen sin control. Conforme aumentan en número, llegan a lugares que no deberían, lo que desencadena la respuesta inmune, acompañada del malestar físico e inflamación. Si la disbiosis se prolonga o es frecuente, la inflamación irá aumentando hasta la emergencia de alguna enfermedad.
Figura 1. Microbiana vaginal normal
Fuente: Martín y Ferris, 2015
La relación entre disbiosis, inflamación y el desarrollo de diferentes patologías ha sido documentada para los siguientes casos: diabetes tipo I, enfermedades respiratorias, obesidad, hígado graso y arterosclerosis. La disbiosis vaginal (o vaginosis bacteriana) es un estado que también se caracteriza por estados crónicos de inflamación. Esta condición favorece el asentamiento de diferentes patógenos, como gonorrea, clamidiosis, VIH y el Virus del Papiloma Humano. Por el contrario, una microbiota vaginal sana, caracterizada por bacterias Lactobacillus, además de no desencadenar inflamación, parece ejercer cierto efecto protector ante la presencia de estos patógenos. Lo anterior resalta la importancia de cuidar nuestra microbiota intestinal. Esto lo podemos lograr con hábitos sencillos, como el establecer horarios de comida fijos y tener una dieta rica en verduras y fibra. De particular importancia es la atención a los tratamientos con antibióticos y evitar la automedicación.
Las bacterias están con nosotros desde nuestro nacimiento, su presencia es clave para nuestro mejor desarrollo posible. Está en nuestro control llevar a cabo hábitos que favorezcan la presencia de las bacterias que nos ayudan, y de esa forma mantenernos en nuestro óptimo estado de salud.
M. en C. Manuel Alejandro Ochoa-Sánchez / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México