“Disfruta las pequeñas cosas de la vida porque algún día mirarás hacia atrás… y descubrirás que esas, eran las grandes cosas”.
Robert Brault
Ayer, durante la noche del 19 de mayo del 2015, mientras me disponía a acostarme para dormir, encontré volando cerca de mi cama un espécimen macho, del grupo de escarabajos mejor conocidos como ronrones, chimol o umo´ (en Maya Tzeltal) en la región de los Altos de Chiapas donde ahora vivo. Este insecto volaba alrededor de la luz que ilumina mi cama. Lo tomé entre mis manos con ternura, le di las buenas noches recordando todos los regalos que me han traído estos insectos y lo saqué por la ventana para que siguiera su camino, asumiendo que la lámpara de mi recámara era un lugar equivocado para él.
He dedicado muchos años de mi vida a estudiar escarabajos y ahora tengo una relación diferente con ellos. Antes hubiese intentado identificarlo con precisión para lo cual hubiese tenido que fijarlo, extraído su genital y montado con un alfiler especial para incluirlo en una caja entomológica.
Hoy por la mañana una de mis más destacadas estudiantes y colaboradoras me invita a hacer una reflexión sobre la fascinante pregunta: ¿Por qué a algunos escarabajos les fascina la luz? En ese preciso momento conversando en el chat, una persona muy cercana a mi corazón me compartió su asombro al haber presenciado la emergencia de numerosos ejemplares de lo que he llamado el escarabajo unicornio (Xylorictes corniger), emergiendo del suelo para alzar su vuelo hacia los faros de una calle de Tepoztlán Morelos.
He visto este fenómeno varias veces en diferentes localidades de Morelos en el cual centenares de adultos de esta especie surgen pululando de la base de un árbol de fresno como si emergieran del inframundo. Este es un fenómeno muy curioso porque tiene lugar en los meses de septiembre a diciembre y es especialmente notorio durante el día de muertos, en años nones, cada dos años. Hoy, no me puedo negar al llamado de retomar un camino del cual me he apartado por un tiempo de divulgar este fenómeno. Hoy veo la gran oportunidad de celebrar el año internacional de la luz abordando con la imaginación a la que nos invita Albert Einstein, quien se imaginaba a si mismo jineteando un haz luminoso, a explorar una posible respuesta a esta pregunta. Una pregunta, coinciden muchos, para la cual no hay explicación científica convincente.
Me surge una provocadora pregunta para incitar la imaginación kafkiana y einsteniana ¿qué sentiría yo si fuese ese macho de ronrón que llegó a mi cama y cuál podría ser mi motivación para dirigir mi vuelo hacia la luz? Antes de contestar esta pregunta habría que imaginar que, si he sido una gallina ciega, he pasado en la casi completa oscuridad del suelo por un periodo de al menos 9 meses preparándome para el momento de convertirme en un adulto alado y emerger a la atmósfera. Así como una nube no puede morir sino que se convierte en lluvia, una gallina ciega se transforma en un adulto. ¿Siente la larva que va a dejar de ser o que se está convirtiendo en algo diferente? Hay algunos escarabajos que experimentan el fenómeno de la tanatosis que es una simulación de la muerte para evadir a algún depredador o amenaza y esto sugiere fuertemente que pueden tener una noción de lo que es el no ser shakesperiano para convertirse en algo metamórficamente diferente. Mi fascinación hacia la luz según lo que se especula en la literatura entomológica podría ser un simple accidente que se produjo con el uso de la luz artificial. En la voz del escarabajo que me imagino ser yo, diría: “Mi búsqueda de la luz antes de la llegada del ser humano al planeta tenía un sentido evolutivo ya que me permitía navegar y orientarme hacia donde percibía el aroma que emanan las hojas de los árboles y las feromonas femeninas. Mi deseo es llegar ahí donde mi intuición me decía que estaba la preciada posibilidad de transmitir mis genes a la siguiente generación. Con la implementación de la luz eléctrica artificial y la invasión de nuestro hábitat, me he confundido, deslumbrado hasta la ceguera y he terminado aplastado en el piso por los seres humanos. Sin embargo, estoy adaptándome para encontrar en estos focos la posibilidad de una cópula”.
La luz que celebro este año, no es la que describen los físicos, es más bien la luz de la conciencia que me permite darme cuenta de lo ignorante que he sido. Desde mi más pura subjetividad quiero pensar que los escarabajos son tan sabios que han aprendido a trascender sus instintos sexuales en una especie de búsqueda tántrica. Los escarabajos me han inspirado para hacerme otras preguntas: ¿Y si después de la muerte aún hay conciencia? ¿Y si esa luz del faro de la calle es equivalente a la que se encuentra al final del túnel? ¿Y si somos gallinas ciegas esperando a convertirnos en escarabajos? Para la psiquiatra suiza, madre de la tanatología moderna, Elizabeth Kubler-Ross somos similares a las orugas esperando a convertirnos en mariposas que es nuestro cuerpo espiritual. Para mí, somos gallinas ciegas asustadas por tantos peligros que hay en la oscuridad del inframundo. Y me surgen más preguntas: ¿En qué se convierte metafóricamente el escarabajo, una vez que ha sido embarrado contra el piso por el portador inconsciente de un zapato? ¿Y cómo excluir la subjetividad de la realidad? ¿Cuántas preguntas científicas no se han explorado con la imaginación y han revelado resultados sorprendentes? Por algo Einstein decía: “La imaginación es más importante que el conocimiento”.
ºDr. Francisco Javier Villalobos-Hernández / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Biotanatología Integral, Chiapas, México.