Revista de Divulgación Científico-Tecnológica del Gobierno del Estado de Morelos

Los nahuales en algunas comunidades morelenses

Archivo: Etnografía
Mtra. Adriana Saldaña Ramírez / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Instituto Nacional de Antropología e Historia, delegación Morelos.
Esta colaboración está avalada por el Arqueólogo Mario Córdova Tello, delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH- Morelos).

En la literatura antropológica en México se encuentran múltiples referencias a las ideas sobre nahualismo en los diferentes grupos indígenas del país desde la época prehispánica hasta nuestros días. Desde el punto de vista de Miguel Bartolomé (2008) no existen teorías sobre el tema, pues los estudios se han quedado en el nivel de la descripción de una sucesión de relatos recogidos en el trabajo de campo. En éstos se ha demostrado que en algunos grupos existe una clara distinción entre el concepto de nahual y el de tona, mientras que en muchos otros se utilizan las dos acepciones de manera indiferenciada. Desde la década de los cuarenta, Foster llamó la atención de los investigadores para definir cada uno de estos, entendiendo al nahual como hombre que se transforma y al tona como el animal compañero que una persona adquiere al momento de su nacimiento (Fábregas, 1970).
            Según Dehouve (2002) esta capacidad de transformación se ha difundido desde la época prehispánica, cuando los sacerdotes llamados nahual-li tenían el poder de transformarse en varios animales para trabajar las condiciones naturales como la lluvia y para enfrentarse a sus enemigos. Después de la Conquista dejó de formar parte de un ministerio espiritual y se redujo a una capacidad individual que poseían solo ciertas personas.
En este artículo se presentan algunas notas sobre las creencias contemporáneas alrededor del nahualismo en ciertas poblaciones de tradición cultural nahua del estado de Morelos, centrándome en Ocotepec, un pueblo conurbado a la ciudad de Cuernavaca. Durante el trabajo de campo que desarrollé entre el 2008 y 2009 recogí testimonios sobre los nahuales percibidos como hombres que tienen la capacidad de convertirse en animales. En este lugar se les relaciona con la idea de “molestar” o “espantar” sin causar eventos mayores. Se encontró que era común, hace algunas décadas, la aparición de los nahuales a los rezanderos del pueblo.

Los nahuales en Ocotepec

En Ocotepec los nahuales son personas que tienen la capacidad de transformarse en animales que, según don Lupe, lo logran a partir del conocimiento de ciertas oraciones particulares que pocos poseen.
En su forma animal se caracterizan por tomar grandes dimensiones, incluso quienes los han visto a veces no logran distinguir su forma y los describen como grandes bultos, no son malos y solo tienen la función de asustar a los demás.
En este lugar abundaban los nahuales, aunque no se hablaba de ellos abiertamente, casi siempre se sabía quiénes eran, pues se reconocían fácilmente. Hace unos años, se contaba la historia de un señor que todos los días iba al monte para cortar su leña y frecuentemente se encontraba un “marranote” en su camino, que lo empujaba y asustaba. Estas experiencias se las contó a otro señor, quien decidió acompañarlo al campo. El día llegó, llevaron sus machetes y ya en el monte se encontraron al animal y comenzaron a golpearlo entre los dos. A la mañana siguiente les llegó un rumor de que un amigo suyo estaba grave en el hospital porque le habían pegado muy fuerte, pero que no se sabía quién le había hecho eso. Los dos señores en ese momento descubrieron la identidad del “marranote”.
Los nahuales muchas veces se aparecían específicamente a los rezanderos para “medir” su temple, es decir, como una manera de probar si éste sabía rezar. Uno de los rezanderos de mayor edad de Ocotepec, cuenta que entre las señales que recibió como una manera de confirmación de que debía ser rezandero, fue el enfrentamiento con un nahual. Cuando era joven vio a un “gran oso” que se le acercó para agarrarlo, pero se defendió rezándole a San Miguel Arcángel, su santo protector. A partir de la oración obtuvo la fuerza para patear al nahual y huir de él. Días después se enteró que el oso había sido un amigo suyo quien le dijo “nada más te estaba calando, pero no pude contigo, tú ya comenzabas a saber rezar”. El rezandero interpretó esta situación como una manera de “probar” su conocimiento de las oraciones (Morayta y Saldaña, manuscrito).
En la investigación se encontró el caso de un solo rezandero que además era nahual, situación que ningún otro cumplía, pues no es considerada como una vinculación común. Este personaje ha tenido un recorrido diferente a los rezanderos tradicionales, ya que además de estar ligado a la iglesia católica también se ha relacionado con ciertos tipos de espiritualismo y que generalmente es requerido por personas del pueblo y de fuera para realizar diferentes rituales de adivinación y sanación, en su calidad de neochamán (ibíd.).
Es fundamental decir que en este lugar no se debe confundir a los nahuales con brujos, ya que estos últimos tienen la capacidad de hacer el mal.

Otros pueblos de Morelos

La idea de que el nahual no es peligroso y que sólo tiene como tarea “espantar” a los demás no es exclusiva de Ocotepec, también entre los nahuas del pueblo de Tetelcingo, municipio de Cuautla, se percibe de una manera similar, como lo muestra la siguiente cita:
“…en Tetelcingo, comunidad de habla náhuatl en el Valle de Morelos. El nahual es descrito diciendo que era mujer ‘vestida de marrano’; en esa forma, el nahual se paseaba por las noches con la intención de asustar y ‘molestar’ a la gente, hasta que un día se encontró con un hombre que le presentó combate. Ante la actitud decidida de ese hombre, el nahual pidió clemencia y confesó quien era” (Fábregas, 1970: 44-45).
No obstante, en otras localidades de Morelos sí se les asocia con el mal. En Tepalcingo, según Cristina Toledano, por las noches algunos adultos se convertían en animales (marranos, guajolotes, perros, entre otros), para hacerle mal a la gente. Para protegerse de ellos, se solía poner en la puerta de la casa semillas de mostaza, cruces de palma bendita o un sombrero de palma volteado. Con esto se tenía el objetivo de provocar al nahual la pérdida de sus poderes y descubrir su verdadera identidad para que las autoridades locales pudieran castigarlo (Toledano, 1996: 206). Este tipo de percepción de los nahuales también es común en algunos pueblos nahuas de Guerrero y de la región de Cuetzalan en Puebla, donde se ha encontrado que incluso pueden llegar a matar y se les concibe también como brujos.
             Los datos presentados en este artículo sobre el nahualismo deben ser analizados más ampliamente, de manera que rebasen su simple presentación. Existen investigaciones sistemáticas sobre el tema, como la de Félix Báez-Jorge quien ha demostrado en un extenso estudio llevado a cabo en grupos étnicos de Guatemala y México, que las imágenes de sus santos patronos se han nahualizado (o como lo utiliza, nagualizado), identificándolos con animales y con fenómenos atmosféricos como rayos, meteoros, entre otros. En el caso de Morelos, aún se deben realizar estudios a profundidad, pues sigue predominando la recolección de datos etnográficos de la creencia de estos seres que son parte fundamental de la cosmovisión de los pueblos de tradición cultural indígena.

Bibliografía
Bartolomé, Miguel, Conferencia en el Seminario de Investigación “Chamanismo y nagualismo”, Coordinación Nacional de Antropología, México, 31/01/2008.
Dehouve, Danièle, Entre el caimán y el jaguar. Los pueblos indios de Guerrero. CIESAS, México, 2002.
Fábregas, Andrés, “El problema del nahualismo en la literatura etnológica mexicana”, ICACH (Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas), 2ª época, no.1, 1970.
Morayta, Luis Miguel y Adriana Saldaña, “Los rezanderos de Ocotepec, negociadores de lo sagrado en un espacio conurbado”, manuscrito.
Toledano, Ma. Cristina, Tepalcingo, su Historia y sus Tradiciones, Culturas Populares-Morelos, PACMyC, Cuernavaca, 1996.

 


Adriana Saldaña Ramírez es licenciada en Antropología Social por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y maestra por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Ha participado en diversos proyectos de investigación. Actualmente participa como investigadora del equipo Morelos del Proyecto de Etnografía de las Regiones Indígenas de México al Inicio del Milenio de la Coordinación Nacional de Antropología del INAH.