Archivo: Salud
Dra. Leticia González-Maya / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Facultad de Farmacia de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos
En la actualidad el nivel de industrialización y sus consecuencias económicas como cambios en la forma de consumo, contar con más medios de transporte, migración, entre otros, han promovido un incremento en la urbanización y sedentarismo de la población. Teniendo como consecuencia una clara reducción en el gasto energético de los individuos, es decir, el cuerpo humano hace poco esfuerzo físico y no gasta calorías.
Lo anterior se encuentra acoplado con la relativa facilidad de acceso a los alimentos procesados (globalización del comercio), a la modificación de los hábitos alimenticios, particularmente por el ingreso de la comida rápida llamada “fast food” (pizzas, hamburguesa, papas fritas, galletitas, etc.), además de un incremento en el consumo de los “antojitos mexicanos”, la llamada “vitamina T” (tortas, tacos, tamales, tlacoyos, entre otros), aunado a la complicación de tiempos adecuados para tomar los alimentos en las jornadas laborales y por supuesto, a la sustitución del agua como bebida hidratante por bebidas gaseosas. Todo lo anterior ha contribuido a un incremento en la ingesta calórica, es decir, el organismo está adquiriendo más energía, vía los alimentos, de la que realmente necesita para realizar sus funciones. Este aumento no necesariamente ocurre porque comemos más, si no por el tipo de alimento que contiene mayor contenido calórico. En estas circunstancias, el organismo almacena este exceso energético en tejido de reserva (tejido adiposo), es decir, en grasa.
Cuando se presenta un desequilibrio entre el gasto energético y la ingesta calórica en el cuerpo de una persona, se altera su peso corporal, en particular por el acumulo de grasa. Este cambio puede ser medido de una manera más específica por la relación de su peso (dado en kg), dividido por el cuadrado de su altura (en metros), y es definido como el IMC (Índice de Masa Corporal):
La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha establecido rangos del IMC para definir pesos normales o patológicos, como la Obesidad (Tabla 1)
De hecho, la obesidad y el sobrepeso se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud.
Existen diversos factores del medio ambiente y de estilo de vida (incluyendo la actividad física) que influyen en la acumulación de grasa en el organismo. Sin embargo, también influyen factores propios de cada individuo como la edad, el género, el equilibrio hormonal, el metabolismo, entre otros, pero de manera particular, la regulación de la ingesta y la saciedad, es decir, como nuestro organismo (el cerebro) nos indica en que momento hay que consumir alimentos, cuanto hay que consumir antes de recibir la señal de satisfacción y finalmente, nos indique que paremos de comer. Recordemos que el “acto de comer” es de hecho un placer y como humanos nos es difícil resistirnos.
Por otro lado, se ha observado que ciertas poblaciones son más susceptibles a desarrollar obesidad. Lo anterior ha sugerido la presencia del “ambiente obesogénico”, que ha dado origen a un subgrupo dentro de la población, la cual es genéticamente susceptible para ganar de manera severa peso corporal y desarrollar obesidad.
El terminó genético hace referencia a que cada individuo cuenta con información genética, la cual hemos recibidos de nuestros padres por herencia, y es esa información organizada en componentes más pequeños llamados genes, los que nos define como somos físicamente (morenos, ojos café, cabello castaño, etc.), pero también nos define como seremos biológicamente funcionales (comer mucho y no engordar o viceversa).
Existen muchos estudios de asociación genética y obesidad, de manera particular donde se han involucrado familias completas, o incluían padres e hijos adoptivos y biológicos, así como hermanos gemelos idénticos. Los resultados han mostrado que existe un componente genético e incluso hereditario en el desarrollo de la obesidad. Pero solo en un pequeño porcentaje de individuos obesos, éste está asociado a la alteración o daño en un solo gen, a lo que se llama, obesidad monogénica. De hecho, en la gran mayoría de los casos de obesidad hasta hoy estudiados, se ha observado que la obesidad es una enfermedad donde se requiere la suma de muchos factores, como al inicio del texto fueron descritos, pero que también se ha observado la presencia de la alteración de varios genes, es decir, es una enfermedad multigénica.
Se han identificado muchos de esos genes en diversas poblaciones en la última década y la lista no deja de crecer.
En México la población con obesidad y sobrepeso alcanza el 70% según la Encuesta Nacional de Salud (2009), lo cual indica la gravedad del problema en nuestra población.
En el Cuerpo Académico (CA) de Farmacia Clínica y Diagnostico Molecular de la Facultad de Farmacia de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, se está realizando un estudio sobre la Obesidad, donde se invitaron a trabajadores de la UAEM a participar, estableciendo las medidas éticas necesarias. El estudio incluye variables de estilo de vida (actividad física, consumo de alimentos, tabaco, alcohol, o medicamentos), parámetros bioquímicos (concentración en sangre de: glucosa, insulina, leptina, colesterol y triglicéridos, entre otros), antropométricos (peso, altura, circunferencia cintura y cadera), así como análisis genético.
Como miembro del CA y participante en este estudio, me encargo de llevar a cabo el análisis de alteraciones (polimorfismos) en genes específicos, donde ya existe evidencia de su posible asociación con el desarrollo de obesidad en otras poblaciones. Sin embargo, sabemos que no necesariamente lo que ocurre en otras poblaciones se pueda aplicar a la población mexicana. Por lo cual, es necesario realizar estos estudios en una población que nos permita correlacionar estas alteraciones con diversos parámetros asociados o vinculados con la acumulación o ganancia de grasa corporal, que desencadena en sobrepeso u obesidad. Los resultados hasta hoy obtenidos no han sido concluyentes, pero avanzamos en el análisis, esperando reunir mayor evidencia.
Si bien la imagen de La Familia, pintura realizada por el pintor Fernando Botero (1989) podría sugerir claramente el componente hereditario/genético en la obesidad, éste aun no ha sido esclarecido en su totalidad por la ciencia, de ahí la importancia de continuar con estos estudios.
Además, es importante mencionar que la familia tiene a parte del componente genético, repercusión en nuestros hábitos, sobre todo en los alimenticios y de recreación. Por lo cual, la combinación de estos con la predisposición genética, son los que finalmente harán diferencia en el desarrollo o no de obesidad. No hay que culpabilizar a nuestros genes, no al menos en su totalidad, de nuestra ganancia de peso corporal.
Leticia González Maya es Ingeniera Biotecnóloga. Cuenta con maestría y doctorado en Biología Celular y Molecular (DEA) de L’université Louis Pasteur de Estrasburgo Francia. Realizó el posdoctorado en el Laboratorio de Virus y Cáncer a cargo del Dr. Alejandro García-Carrancá en el INCan-IIB UNAM. Actualmente es Profesora-Investigadora de la Facultad de Farmacia de la UAEM. Realiza estudios sobre las bases moleculares del cáncer y enfermedades crónico-degenerativas con miras al diagnóstico molecular, identificación de blancos terapéuticos, así como la búsqueda de nuevas moléculas con actividad terapéutica contra estas enfermedades. Es miembro del CA de Farmacia Clínica y Diagnóstico Molecular.